La cobardía se había instalado en
su diafragma como las palomas en los tejados…sin saber cómo, habían llegado volando
y borbotando arrumacos y había anidado en el único hueco de los sentimientos
que allí se almacenaban y que no estaba protegido. Esa cobardía alada se había hecho fuerte, se
había hecho grande y cada vez que una excitación, provocación, mirada, risa, llamada, whasapp
o lo que fuese llegaba a su vida y a sus bajos, se removía como rabo de
lagartija recién segado con perversa curiosidad infantil…se retorcía como las
hormigas lo hacen cuando arrimas fuego a su hormiguero…
Y sabía que lo único que tenía
que hacer para quitarse ese hipo cobarde cada vez que alguien nuevo se
vislumbraba en el horizonte era aguantar la respiración de sus miedos durante
30 segundos…era beber un vaso al revés mientras pensaba en que no siempre el final de su vida era el rechazo, en que todo lo malo y
todo rechazo trae algo bueno siempre…pero el hipo persistía y ella se
abandonaba a la cobardía como quien lo hace a una cama en siestas de verano…
Y lloraba no por lo perdido sino
por lo que nunca tuvo y pudo haber tenido y perdido…
Y lloraba porque ahora veía que
habría sido tan fácil haberse tirado de cabeza al abismo como un
nadadorsaltador de pueblo, porque veía que habría sido tan sencillo decir que
sí, porque veía que ahora era tan difícil arreglar nada…
Y aunque lloraba, decidió que la próxima vez mandaría a tomar por culo a su cobardía y sonrió...pero llorando se quedó dormida cobardemente…