https://www.youtube.com/watch?v=izQsgE0L450
Llovía como no había llovido nunca. Las calles eran canales
que ni la Venecia más soñadora podía haber imaginado. Las calles eran ríos que
ni el Amazonas más nostálgico podía haber dibujado. Las calles eran miles de Guadianas
que aparecían y desparecían por las esquinas, por las aceras y los alcantarillados.
La gente que existía entre los adoquines se había convertido, por obra y gracia de la ciclogénesis explosiva, en árboles que se
mecían entre las paredes de los edificios. En árboles que se doblaban como
bailarines del ballet ruso, sorteándose como quien busca no ser tocado mientras
bailaban minuetos y boqueaban como peces sacados del agua que caía. Los paraguas
que portaban parecían prolongaciones enraizadas de brazos sin abrazos que deseaban
volar con anhelos de helio.
Y ella estaba allí, en una ciudad desconocida, cerca de un
puente que se le antojaba conocido, con una sensación demasiado cotidiana para
sus costados lozanos. Caminaba tambaleando su cuerpo de pecado bajo las ropas
que olían a un detergente que su piel rechazaba con amorodio. Caminaba con sus
bajos tambaleándose porque sabía que nunca más iba a volver de donde venía.
Caminaba desasosegadamente porque no tenía ni idea de a dónde iba a terminar de
caminar. Caminaba porque no podía hacer otra que no fuese juntar un pie tras de
otro para que, en esa fricción, sus lágrimas se quedaran dentro de sus ojos
abiertos. Caminaba sin pisar las juntas de las baldosas traicioneras que
escupían agua a su paso del 37. Caminaba con la respiración entrecortada por
tantos sentimientos agolpándose como dados en un cubilete estampado sobre el
manto de terciopelo de su diafragma. Caminaba echando a suerte si meter una
mano u otra en los bolsillos, rezando con la boquita cerrá por encontrar algo
que no sabía bien qué pero que deseaba, cruzando sus dedos rematados en
guirnaldas rojas lacadas para que llegase sin previo aviso. Caminaba sintiendo
el golpetear de su bolso lleno de recuerdos en sus caderas acaloradas. Caminaba
tragando su saliva caliente, espesa y metálica por la tristeza. Caminaba formando
parte de un paisaje desconocido pero rutinario. Caminaba intentando descifrar
el código morse de las gotas al caer sobre los árboles que la envolvían.
Caminaba mientras llovía…fuera y dentro de ella.
Caminaba cuando, de pronto, salió el sol y dejó de llover…sin
darse cuenta, como cuando deja de nevar y los árboles vuelven a reverdecer.
Como su caminar, que dolía pero reverdecía.