viernes, 25 de junio de 2010


Él estaba deseando ser el chico con final feliz de las películas que se le atragantaban en los ojos…tenía miedo de saber que todo eso salía de la mente de guionistas foráneos que no sabían contar su historia…que no sabían ver la realidad de mirar el móvil con obsesión, de pensar ninfómanamente en el otro, de saber que las palabras de caricias pueden ir para otro o para ti…con la misma intensidad, de vivir encuentros bestiales y al poco tiempo sentirse como alguien de 80 años cansado de vivir…tenía miedo de ver que esa realidad que pululaba por los lares de Dios se quedaba sin recuerdos de cinemascope.

Él sabía que la felicidad era un estado alterable y propio, algo que uno se inventa en momentos de anuncios o en momentos de somnolencia…la felicidad era un estado no perenne donde las hojas de sus ramificaciones caían sin previo aviso llenando el parqué de hojarasca seca…aunque también sabía que siempre, siempre, debajo de esa hojarasca amarronada aparecían brotes verdes en busca de la fotosíntesis del sol…un sol que uno prendía con arranques de valentía y de saber ignorar al pepito grillo bipolar que todos tenemos dentro como si fuéramos David el gnomo en su claustrofóbica casa de árbol sin Lisa…

Él sabía que la felicidad eran momentos con los que se medía el tiempo que pasaba, eran horas en las que se hacía realidad ensoñaciones que siempre habían estado dormitando en nuestra mente.

La felicidad era un estado que siempre estaba latente en los cuerpos recios de tododios, siempre esperando salir a flote como un tapón de corcho en un mar salado.

Y sabía, aunque a veces se le olvidaba, que uno no puede vivir sin esos momentos de felicidad, que era algo inconcebible e injusto que alguien no pudiera albergar en su cómoda de recuerdos uno sólo feliz al lado de los sujetadores o de los calzoncillos…era inesperado que alguien no tuviera un momento feliz como lo es la luna que no sale sin el sol o los vencejos sin enmarañar el atrio, o el gazpacho sin el verano y las naranjas sin el invierno.

Por eso intentó escribir su propio guión, sus propios actos, sus propias escenas y casting de actores de allende los mares y de allende el pantano de su pueblo; por eso, intentó grabar la vida misma o pispa y comenzar a mostrar la historia que nunca cuentan en las proyecciones de cines de verano…las historias que sólo se oyen en las panaderías y comercios varios de su calle o en los espectadores que moran en las sillas de plástico electrizantes, batas florales y abanicos acompasados de su acera…

Y se convirtió en el apuntador de su propia vida…y por un instante, fue feliz de ver que la realidad se contaba…de ver que se mostraba una felicidad real.

6 comentarios:

Tu Chumarita dijo...

ay amiga,cómo se te echaba de menos...

la felicidad...es tan etérea,inconstante,volátil...y sin embargo tan hermosa que hace que nos pasemos la vida persiguiéndola aunque sólo sea para disfrutarla por momentos...qué sería de nosotros sin esos ratitos!

Jetlag-Man dijo...

Una que escribe menos que yo, aunque mejor.
Saludos cordiales

Candela dijo...

bueno...menos seguro que sí...

chikinita dijo...

amigaaa, no me paro a leerlo que iba a seguir estudin que al final me presento tb aki a las opos... me salio regular el de castilla y me tiré a cc y llegué...jjijijij...

pero decirte q me alegra a estes de vuelta...muas muas

Unknown dijo...

Como dice la canción, "Felicidad que bonito nombre tienes" pero que cada uno escriba su historia... "useasé" su guión.

Fotógrafo del Cielo dijo...

¿Como andan los naranjos?

se te ve perdida..