martes, 20 de octubre de 2015

Lluvia a lo Barber

Instrucciones de lectura: mientras lees el texto, debes escuchar lo siguiente:
https://www.youtube.com/watch?v=izQsgE0L450


Llovía como no había llovido nunca. Las calles eran canales que ni la Venecia más soñadora podía haber imaginado. Las calles eran ríos que ni el Amazonas más nostálgico podía haber dibujado. Las calles eran miles de Guadianas que aparecían y desparecían por las esquinas, por las aceras y los alcantarillados.

La gente que existía entre los adoquines se había convertido, por obra y gracia de la ciclogénesis explosiva, en árboles que se mecían entre las paredes de los edificios. En árboles que se doblaban como bailarines del ballet ruso, sorteándose como quien busca no ser tocado mientras bailaban minuetos y boqueaban como peces sacados del agua que caía. Los paraguas que portaban parecían prolongaciones enraizadas de brazos sin abrazos que deseaban volar con anhelos de helio.

Y ella estaba allí, en una ciudad desconocida, cerca de un puente que se le antojaba conocido, con una sensación demasiado cotidiana para sus costados lozanos. Caminaba tambaleando su cuerpo de pecado bajo las ropas que olían a un detergente que su piel rechazaba con amorodio. Caminaba con sus bajos tambaleándose porque sabía que nunca más iba a volver de donde venía. Caminaba desasosegadamente porque no tenía ni idea de a dónde iba a terminar de caminar. Caminaba porque no podía hacer otra que no fuese juntar un pie tras de otro para que, en esa fricción, sus lágrimas se quedaran dentro de sus ojos abiertos. Caminaba sin pisar las juntas de las baldosas traicioneras que escupían agua a su paso del 37. Caminaba con la respiración entrecortada por tantos sentimientos agolpándose como dados en un cubilete estampado sobre el manto de terciopelo de su diafragma. Caminaba echando a suerte si meter una mano u otra en los bolsillos, rezando con la boquita cerrá por encontrar algo que no sabía bien qué pero que deseaba, cruzando sus dedos rematados en guirnaldas rojas lacadas para que llegase sin previo aviso. Caminaba sintiendo el golpetear de su bolso lleno de recuerdos en sus caderas acaloradas. Caminaba tragando su saliva caliente, espesa y metálica por la tristeza. Caminaba formando parte de un paisaje desconocido pero rutinario. Caminaba intentando descifrar el código morse de las gotas al caer sobre los árboles que la envolvían.

Caminaba mientras llovía…fuera y dentro de ella.


Caminaba cuando, de pronto, salió el sol y dejó de llover…sin darse cuenta, como cuando deja de nevar y los árboles vuelven a reverdecer. Como su caminar, que dolía pero reverdecía. 

No hay comentarios: