miércoles, 15 de julio de 2015

Calorina



Calor.

Calor por el sol.

Calor por las mediodías de gazpacho y picadillo de tomate.

Calor por las calles asfaltadas, saltando para no pisar las rayas del acerado y para buscar las benditas sombras de los árboles.

Calor por arrastrarme entre tormentas de verano.

Calor por las fachadas acaloradas y coloreadas.

Calor por y al picar tu timbre, en todos los sentidos.

Calor porque te aproximas y mis bajos se humedecen.

Calor porque te imagino fregando los platos y yo aproximándome por detrás.

Calor porque el martes quiero abrazarte.

Calor porque entro en combustión espontánea cada vez que me rozas.

Calor porque no sé si es tu mirar o mi sentir.

Calor porque rezo con la boquita cerrá para no caer.

Calor porque confío y no sé cómo.

Calor porque no sé qué quieres.

Calor por los pitillos mal apagados y los polos de hielo.

Calor porque tengo la piel demasiado blanca.

Calor porque duermo con la ventana abierta.

Calor porque no tengo aire acondicionado.

Calor porque mis muslos se rozan al andar.

Calor porque huele la calle a verano y a tortilla francesa.

Calor por el patio “envergelado” y el riego nocturno.

Calor por la noche.

Calor.


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