martes, 7 de octubre de 2008

querida frida...


Sé que duele, sé que duele mucho.

Sé de la impotencia de no poder hacer nada, de no querer hacer nada para empeorarlo todo, de no poder evitar hacer lo que haces por ese maldito instinto primario que nace en el hueco que queda entre la caja torácica y la columna vertebral, ahí donde se guardan los deseos más deseados, las ambiciones más egoístas, los pensamientos más secretos y llenos de tabúes personales; y no poder remediarlo por sentirte mareada de la espiral de culpas y orgullos que retrasan las risas.

Sé de tu variabilidad, de tu asombro in crescendo, de tus risas y llantos, de tu mordedura de labio hasta dejar tus dientes, que se quitaron la inocencia láctea hace ya algún tiempo, serigrafiados en ellos.

Sé del sabor metálico que se mezcla en tu boca con la saliva como en un mortero dejando que los miedos se cuelen por las muelas del juicio, sé del dolor de tragarte las ganas de ser “lágrima floja” que se juntan en la boca del estómago al pensar “y si…”.

Y sé cómo cuesta subir la escalera que lleva a lo alto del trampolín, aún teniendo un vértigo bestial, para poder frenar en seco al joio saltador con bañador de lágrimas que se prepara al borde del ojo a punto de andar por las pestañas para lanzarse a bomba en la piscina de tus pómulos… para poder frenarlo porque te has quitado por fin todos los miedos que no te dejaban quitar la aldabilla de la puerta del corral y que entrara aire fresco en tu corazón…y volver a sonreír como antes…

Todo eso lo sé…pero hay gente que nace, Frida querida, para amar y otras para ser amadas; y aún no sé dónde es mejor nacer…o si nacemos en ambos lados y nos intercambiamos incubadoras…

Esto lo escribí hace mucho mucho…cuando no sonreía todos los días…

no puedo describirme...


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