viernes, 20 de febrero de 2009

La inspiración


Mi inspiración se fue con la llegada de la tristeza…llegó ella y la pobre María Inspiración, viendo que el catre supletorio que le tenía puesto en la habitación de mis padres no le gustaba, decidido irse a un hostal de calefacción alta y olor a cocido perenne.

Decidí, en un arrebato de cobardía suprema, irme a la terraza a fumarme un pitillo con sabor a vainilla.

Mis dientes, llenos de frío, pedían en código Morse que vinieran ya las golondrinas con la mierdadealérgicaprimavera. Mis dedos terminados en cerezas rojas desconchadas sostenían el cigarro mal liado que se consumía con paciencia infinita…

Salí al frío metálico y de gasolina de la ciudad para que María Inspiración no viera como sonreía por dentro, ya que podía ver el interior de las venas de los cuerpos humanos; para que no viera como yo sonreía al saber que ya nunca más volvería a esnifar el olor avinagrado de sus zapatillas de estar por casa ni ver sus manchones de nariz grasienta en las ventanas buscando historias que darme; me recliné en la barandilla hasta que la sangre aplastada por el cerebro se agolpó en mi cara y el mareo me hizo retroceder, en mis ojos aparecieron miles de pintitas blancas que bailando la música bakala que salía de mis oídos hicieron que mis pies, creyéndose Michael Jackson en su época dorada, reptaran por los baldosines hacía la puerta…hasta que la mano del Sr. Paranoia, que había venido a despedirse de María Inspiración, me tocó el lomo (no curtío, gracias a Dios) y me dijo suavemente que él se quedaba para protegerme, para cambiarme la bombona cuando ésta se acabara, en un giro de mala leche, mientras una se duchaba y que la de miedo en escabeche que me iba a cocinar, miedo de todos los tipos, miedo de todos los gustos…y yo, apagando el cigarro en el alfeizar de la ventana le dije:

“no me gusta el escabeche…y además, tengo gas central de ese.”

Y entré en el salón en busca del teléfono y de la operadora a llamar al pichón de mis amores y decirle que no me gustaba el escabeche…

En ese momento pasó un avión con el pelo suelto… y todo se hizo azul...

incluso mi corazón.

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