viernes, 18 de julio de 2008

La vecindad.


Esperaba a que llamaras a algunos de mis pisos que arriendo...pero llamaste al entre-sol y la portera, en un descuido al ir a por periódicos para poner en el suelo fregao, dejó la puerta abierta y te colaste hasta el rellano...

Miraste los buzones con curiosidad, buscando cartas de mi amigo el Banco dentro pero sólo encontraste ecosistemas de polvo e hilos finos, donde las cartas colgaban sus sellos y clasificaban sus remites...

Rápidamente subiste al primero que era donde vivía el pichón joven de la familia Pasión, te quedaste regodeándote en el suave y picante olor del sexo que salía del piso y deseaste estar siempre dentro de esa cama de sábanas frías y con olor a Ariel...

Pero la curiosidad pudo con tus ganas y decidiste subir al segundo donde la Señora Sacudidadeunencoñamiento malvivía con una pensión ridícula y apoyá enelquiciodelamancebía, fumando pitillos como una cosaca, esperaba a otro...la saludaste y la agarraste fuerte de la cintura cubierta de curvas y lorzas por donde se perdían los pliegues del vestido, y bailaste con ella la música que salía al rozar los zapatos con el suelo viejo y de terrazo que tantas pisadas y caídas de piernas y de almas abrazaba...te quedaste con ella un par de noches, “Ya está, eh!”, te dijo ella mientras de acariciaba la nuca caliente…

Y cogiste la escalera de nuevo y subiste hasta el tercero…donde el Sr. Confianza te aguardaba detrás de la puerta coronada por el Santísimo taladrao por la frente, pensando en si serías de fiar o no…y el joio Celos por detrás, pinchando y diciéndole que se fijara en “tus ojos demasiado juntos y en tu barba cortá sin muchas ganas”…y llamaste de forma lenta pero directa, y se quedó tan patidifuso que no tuvo más remedio que abrir y darte una taza de café llena de cucharadas de azúcar moreno y regaliz mientras, arrastrando sus pies por el piso, cuya decoración y vida se paró en los años 50, pensaba si debía enseñarte las cajas de galletas Cuetara llenas de fotos de sus vidas anteriores…pero tu decidiste mirarle y tocándole la oreja le dijiste con actitud pasota “que no hacía falta”…y él, con un sentimiento raro, como de desazón por no poder compartir contigo sus mierdas y sonrisas, se dio la vuelta haciéndose el fuerte…pero se rompiéndose por dentro…por eso decidiste irte, porque nunca se te dio bien hacer puzzles…

Así que saliste de ese salón, cruzaste el pasillo a tientas guiándote por los cuadros pringosos de polvo mientras fruncías los labios por no saber porqué coño seguía viviendo en un edificio tan raro, tomaste el pomo de la puerta y quitaste el seguro alegrándote del ruido de libertad que surgió al abrirla y saliste al descansillo inundado de humo de luz y de olor a poto recién regado…y decidiste subir las escaleras hasta el último piso…cegándote la luz que se colaba por las ventanas de los descansillos…

Y allí te esperé yo…

Deseando besarte…
foto: Lisboa.

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